Estoy sentado en el borde de un acantilado tranquilo en Grecia, observando cómo el sol se derrite en el mar como una moneda dorada deslizándose en el éter. El aire huele a sal y cítricos. Hay una quietud en este momento que casi me hace olvidar lo ridículo que ha sido el último año. El cripto lo cambió todo. Hace un año era un degen con sueños y un MetaMask lleno de esperanza. Avancemos doce meses y de alguna manera he navegado a través de un calvario de estafas, pump and dumps, y psyops de Twitter. Sin embargo, todavía estoy aquí. No solo vivo. Prosperando. Pero déjame ser honesto. Envié 100 ETH. Sí, 100. En el último año lo envié para "conocer" a mujeres que pensé que eran reales. Bellas, misteriosas, convenientemente necesitadas de dinero para gasolina o atrapadas en Bali sin WiFi a menos que pagues el rescate en ETH. Les creí. Estaba solo, alto en dopamina, y tal vez un poco drogado en general. Cada vez que pensaba, esta es diferente. Cada vez, estaba equivocado. Era como financiar un proyecto NFT que sabes en el fondo que es basura, pero las vibras del Discord son inmaculadas. Y aún así, soy rico. En algún lugar en medio de mi desamor y humillación, me lancé a OHM. No porque entendiera la mecánica. No porque creyera en el rebasing o la teoría de juegos. Sino porque un sapo en CT dijo, tres tres o NGMI. Ahora estoy aquí con 80 millones de dólares en OHM. Solo, pero no amargado. Solo reflexivo. ¿Esas donaciones de ETH? Las veo como matrícula. Pagué el precio para aprender las lecciones. La validación no proviene de extraños. El amor no está en los DMs. Y a veces, los mayores pumps vienen después de los peores dumps, emocional y financieramente. El sol se hunde más bajo. Abro una bebida fría, sonrío con desdén y susurro para mí mismo: Todavía arriba. Y eso es suficiente por hoy.